martes, 14 de julio de 2020

LA CÁRCEL DE CRISTAL



LA CÁRCEL DE CRISTAL




Dos carpas Koi, mirando a través del cristal de su cárcel.


Tanto si están nadando en una cárcel de cristal, como si están esquivando basura y plásticos, mascarillas quirúrgicas o manchas de petróleo, o agitándose en un anzuelo, en todo el mundo los peces requieren nuestra ayuda.

Los peces"de compañía" se venden en secciones de grandes almacenes y en tristes tiendas de animales, en donde pueden encontrarse en peceras abarrotadas, y codeándose con cadáveres de sus compañeros, peceras que se limpian muy esporádicamente; y en muchas pescaderías y mercados se venden peces aún vivos como comida.



Tras un continuado "fish bombing" el arrecife queda destrozado y arrasado, convertido en una escombrera submarina. Los restos de coral muerto son el mudo recuerdo de la vida aniquilada, de la biodiversidad perdida.



La captura de especies tropicales de agua salada puede ocasionar estragos en el entorno natural de los peces, los pescadores de las Filipinas y de otras islas del Pacífico contratan a niños para que se sumerjan a 30 metros -o más- de profundidad, para explosionar rocas duras de los vulnerables y preciosos arrecifes coralinos con el fin de dirigir la pesca hacia las redes, mientras que otros usan explosivos para aturdir a los peces y hacer más fácil su captura.


LA REALIDAD DE LOS PECES

En todo el mundo miles de pesqueros peinan diariamente los océanos, dejando tras de sí miles de kilómetros de redes de plástico que atrapan y matan anualmente dos millones de pájaros. Los barcos también arrojan basura que asfixia y envenena a los habitantes marinos.





Miles de delfines muertos atrapados por pesqueros franceses.

El riesgo de sufrir intoxicación alimentaria causada por la ingestión de pescado es 30 veces mayor que por comer ternera y 25 veces mayor que por comer pollo o cerdo.

En algunos pescados se han detectado concentraciones de policlorurobeneno hasta 15 millones de veces superior a la existente en las aguas circundantes.

Los peces usan sus lenguas y labios a modo de manos -para recoger alimento y construir nidos-  por lo que la pesca "deportiva", además de ser cruel, los debilita. Los peces capturados y devueltos al agua son presa fácil de infecciones y de depredadores.






Algunos pescadores ensartan los peces para matarlos, otros dejan que se asfixien.


En fecha reciente, más de doscientos millones de personas gastaron alrededor de cinco mil euros cada uno en equipos para llevar a cabo la matanza de más de dos mil millones de peces sacrificados en nombre del "deporte".

Debido a que los peces no exteriorizan su dolor DEL MISMO MODO que los mamíferos, pocas personas relacionan el pescado con la trágica crueldad que representa.

Un informe publicado por científicos holandeses en 1988 revela que los peces experimentan el dolor y el miedo de un modo comparable a las reacciones humanas en condiciones semejantes. Al medir el nivel de dolor y miedo experimentado por los peces cogidos en anzuelos, los científicos afirmaron que "los peces experimentan miedo y dolor".




Delfín muerto atrapado en una red pelágica.





El profesor Frank Hird, eminente microbiólogo de la Universidad de Melbourne, dijo que "el sufrimiento resultante de la falta de justicia biológica en la industria pesquera me horroriza en extremo", y "para mí es inconcebible que algún animal carezca de sensores de dolor. Éstos son necesarios para poder aprender a sobrevivir en situaciones peligrosas. El argumento de que vertebrados como los peces no sienten dolor es un argumento de conveniencia".

La pesca con anzuelo es extremadamente dolorosa para los peces, ya que éstos poseen una rica enervación en sus labios, lengua y boca. Las redes la deriva constituyen auténticas cortinas de muerte. Si bien hasta 1988 este problema solo afectaba al Océano Pacífico, a partir de 1989 se ha extendido por el mar Mediterráneo y existen antecedentes de su uso en las costas de Carboneras, Alacant y Cartagena, donde acostumbran a faenar las flotas pesquera de Algeciras y Almería.




Las redes pelágicas no sólo barren todo lo que encuentran a su paso, dejando una estela de destrucción como prueba evidente del expolio que provocan, sino que incluso especies ajenas al móvil de la pesca sucumben por asfixia, no sin antes padecer una larga agonía. Ballenas, cachalotes, delfines y calderones son víctimas del empleo de este método irracional de pesca.




Que los peces poseen empatía es sabido. Una publicación sudafricana documentaba el caso de un pez de colores deforme, apodado Negrito, y de otro rojo llamado Pelirrojo que le salvó la vida. Negrito tenía problemas para nadar y durante un año Pelirrojo iba cada día a rescatarle. En la publicación se decía: "Pelirrojo está constantemente atento a su amigo enfermo, tomándolo suavemente sobre su lomo y paseándolo por la pecera. Cuando se acercaba hora de comer y el cuidador esparce comida por la superficie, Pelirrojo recoge inmediatamente a Negrito y lo arrastra nadando a la superficie, donde ambos se alimentan".




SÍ: los peces también enferman, sufren y tienen dolor. Tienen sensores del dolor, como todos los seres vivos, y por eso sienten DOLOR.




Un informe del Gobierno australiano revelaba que los dos aspectos más valorados de la pesca recreativa eran el descanso, un 43%, y la vida al aire libre, un 28%. Muy por debajo se encontraba objetivo alimentario, con solo el 7%.


ALTERNATIVAS

Come vegetales marinos en lugar de peces. Existen unas diez variedades distintas de algas a la venta en comercios especializados. Usa nori para envolver el aguacate y el sushi de pepino (¡a pesar de la creencia popular, sushi no significa "pescado crudo"!); prueba wakame o kombu para sopas; el nori tostado constituye un magnífico aperitivo salado. En los restaurantes pide pizza con champiñones y pimientos en lugar de anchoas  -¡y pruébala con salsa marinada en lugar de queso!-  o un filete de soja en lugar de bocadillo de pescado. Comer verduras, legumbres, fruta fresca y frutos secos, es el mejor modo de compadecerse de los peces.




El hombre no se contenta con apresar a sus semejantes y a sí mismo en una vida rutinaria, si no que además apresa a los pájaros y demás animales para endulzar su propia celda. (E.J. Malinowski) Zoólogo.




Comprueba si en los departamentos de grandes almacenes y tiendas de animales de tu barrio o localidad las peceras están sucias, si hay peces flotando en al agua y signos de hacinamiento, es señal de falta total de higiene.






Un pez tropical de 2,5 cm de longitud necesita, por lo menos, 50 cm cuadrados de superficie de agua para poder respirar normalmente; un pez de 5 cm precisa el doble de espacio: ¡QUÉJATE! (educadamente) a la dirección si encuentras anomalías y comunica tu reclamación por escrito al propietario de la tienda y a la prensa local. No vuelvas a comprar en esa tienda hasta que se interrumpa la venta de peces.








No hay comentarios:

Publicar un comentario

Revista Bous al Carrer marzo 5, 2021 La ignorancia de los falsos animalistas   Artículo de opinión de Joan Chiva (publicado en la revista Bo...